Los mejores poemas de Julio Cortázar

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Julio Cortázar en una imagen tomada en 1967.
Julio Cortázar en una imagen tomada en 1967.
SARA FACIO
Julio Cortázar en una imagen tomada en 1967.

Julio Florencio Cortázar nace en Bruselas el 26 de agosto de 1914, hijo de Julio Cortázar y María Herminia Descotte. Con la ciudad ocupada por las tropas alemanas, la familia se muda a Ginebra y posteriormente a Zurich, donde aguarda el fin de la I Guerra Mundial.

En 1918, la familia se instala en el suburbio bonaerense de Banfield. El padre abandona a la familia y Julio Cortázar se cría con su madre, su hermana, su tía y su abuela. En 1923, el niño Cortázar escribe su primera novela, además de poemas. Lista creada por Favorito

  • Los amigos

    En el tabaco, en el café, en el vino,
    al borde de la noche se levantan
    como esas voces que a lo lejos cantan
    sin que se sepa qué, por el camino.

    Livianamente hermanos del destino,
    dióscuros, sombras pálidas, me espantan
    las moscas de los hábitos, me aguantan
    que siga a flote entre tanto remolino.

    Los muertos hablan más pero al oído,
    y los vivos son mano tibia y techo,
    suma de lo ganado y lo perdido.

    Así un día en la barca de la sombra,
    de tanta ausencia abrigará mi pecho
    esta antigua ternura que los nombra.
  • El encubridor

    Ese que sale de su país porque tiene miedo,
    no sabe de que,
    miedo del queso con ratón,
    de la cuerda entre los locos,
    de la espuma en la sopa.
    Entonces quiere cambiarse como una figurita,
    el pelo que antes se alambraba
    con gomina y espejo lo suelta en jopo,
    se abre la camisa, muda de costumbres,
    de vino, de idioma.
    Se da cuenta, infeliz, que va tirando mejor,
    y duerme a pata ancha.
    Hasta de estilo cambia,
    y tiene amigos que no saben su historia provinciana,
    ridícula y casera...

  • Objetos perdidos

    Por veredas de sueño y habitaciones sordas
    tus rendidos veranos me aceleran con sus cantos
    Una cifra vigilante y sigilosa
    va por los arrabales llamándome y llamándome
    pero qué falta, dime, en la tarjeta diminuta
    donde están tu nombre, tu calle y tu desvelo
    si la cifra se mezcla con las letras del sueño,
    si solamente estás donde ya no te busco.
  • La mufa

    Vos ves la Cruz del Sur,
    respiras el verano con su olor a duraznos,
    y caminás de noche
    mi pequeño fantasma silencioso
    por ese Buenos Aires,
    por ese siempre mismo Buenos Aires.
    Quizá la más querida

    Me diste la intemperie,
    la leve sombra de tu mano
    pasando por mi cara.
    Me diste el frío, la distancia,
    el amargo café de medianoche
    entre mesas vacías...
  • Una carta de amor

    Todo lo que de vos quisiera
    es tan poco en el fondo
    porque en el fondo es todo

    como un perro que pasa, una colina,
    esas cosas de nada, cotidianas,
    espiga y cabellera y dos terrones,
    el olor de tu cuerpo,
    lo que decís de cualquier cosa,
    conmigo o contra mía,

    todo eso es tan poco
    yo lo quiero de vos porque te quiero.

    Que mires más allá de mí,
    que me ames con violenta prescindencia
    del mañana, que el grito
    de tu entrega se estrelle
    en la cara de un jefe de oficina,

    y que el placer que juntos inventamos
    sea otro signo de la libertad.
  • Bolero

    Qué vanidad imaginar
    que puedo darte todo, el amor y la dicha,
    itinerarios, música, juguetes.
    Es cierto que es así:
    todo lo mío te lo doy, es cierto,
    pero todo lo mío no te basta
    como a mí no me basta que me des
    todo lo tuyo.

    Por eso no seremos nunca
    la pareja perfecta, la tarjeta postal,
    si no somos capaces de aceptar
    que sólo en la aritmética
    el dos nace del uno más el uno.
  • Nocturno


    Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado
    como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
    Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
    no sé si me querían, y si esperaban verme.
    En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
    una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets.
    Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
    yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
    Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
    como un capitán de navío que desconfía de las estrellas....

  • El breve amor


    Con qué tersa dulzura
    me levanta del lecho en que soñaba
    profundas plantaciones perfumadas,
    me pasea los dedos por la piel y me dibuja
    en le espacio, en vilo, hasta que el beso
    se posa curvo y recurrente
    para que a fuego lento empiece
    la danza cadenciosa de la hoguera
    tejiédose en ráfagas, en hélices,
    ir y venir de un huracán de humo-
    (¿Por qué, después,
    lo que queda de mí
    es sólo un anegarse entre las cenizas
    sin un adiós, sin nada más que el gesto
    de liberar las manos ?
  • Para leer en forma interrogativa

    Has visto
    verdaderamente has visto
    la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
    Has tocado
    de verdad has tocado
    el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amàs
    Has vivido
    como un golpe en la frente
    el instante el jadeo la caìda la fuga
    Has sabido
    con cada poro de la piel sabido
    que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazòn
    habìa que tirarlos
    habìa que llorarlos
    habìa que inventarlos otra vez.
  • El interrogador

    No pregunto por las glorias ni las nieves,
    quiero saber dónde se van juntando
    las golondrinas muertas,
    adónde van las cajas de fósforos usadas.
    Por grande que sea el mundo
    hay los recortes de uñas, las pelusas,
    los sobres fatigados, las pestañas que caen.
    ¿Adonde van las nieblas, la borra del café,
    los almanaques de otro tiempo?
    Pregunto por la nada que nos mueve;
    en esos cementerios conjeturo que crece
    poco a poco el miedo,
    y que allí empolla el Roc.
  • Esta ternura

    Esta ternura y estas manos libres,
    ¿a quién darlas bajo el viento ? Tanto arroz
    para la zorra, y en medio del llamado
    la ansiedad de esa puerta abierta para nadie.
    Hicimos pan tan blanco
    para bocas ya muertas que aceptaban
    solamente una luna de colmillo, el té
    frío de la vela la alba.
    Tocamos instrumentos para la ciega cólera
    de sombras y sombreros olvidados. Nos quedamos
    con los presentes ordenados en una mesa inútil,
    y fue preciso beber la sidra caliente
    en la vergüenza de la medianoche.
    Entonces, ¿nadie quiere esto,
    nadie?
  • Tala

    Llévese estos ojos, piedritas de colores,
    esta nariz de tótem, estos labios que saben
    todas la tablas de multiplicar y las poesías más selectas.
    Le doy la cara entera, con la lengua y el pelo,
    me quito las uñas y dientes y le completo el peso.
  • Hablen, tienen tres minutos

    Hablen, tiene tres minutos
    De vuelta del paseo
    donde junté una florecita para tenerte entre mis dedos un momento,
    y bebí una botellas de Beaujolais, para bajar al pozo
    donde bailaba un oso luna,
    en la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel
    y sé que estaré solo en la ciudad
    más poblada del mundo.
  • El niño bueno

    No sabré desatarme los zapatos y dejar que la ciudad me muerda los pies
    no me emborracharé bajo los puentes, no cometeré faltas de estilo.
    Acepto este destino de camisas planchadas,
    llego a tiempo a los cines, cedo mi asiento a las señoras.
    El largo desarreglo de los sentidos me va mal.
  • A un general

    Región de manos sucias de pinceles sin pelo
    de niños boca abajo de cepillos de dientes

    Zona donde la rata se ennoblece
    y hay banderas innúmeras y cantan himnos
    y alguien te prende, hijo de puta,
    una medalla sobre el pecho

    Y te pudres lo mismo.
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